Las maletas ya estaban hechas antes de que te conociera, y mis ventanas sólo las había roto el fuerte viento.
Siento que. Que te echo de menos, o que echo de menos hablar de ti. Pero así ya son todas las mañanas. Mi mente se inunda de recuerdos tuyos y de lo que no son recuerdos.
Y la foto de tus ojos oscuros; infinitos, que jamás llegué a quemar.
Y la foto de tus ojos oscuros; infinitos, que jamás llegué a quemar.
Te dije que no quería promesas por el simple hecho de no causar más daño del que ya hay. No me hiciste caso. Te dije que temía caer en el olvido, tú volviste a decirme que jamás sería así. Te dije que no quería que inventaras nuestra historia, que con el paso del tiempo, se iría formando poco a poco.
¿Ves? Te advertí de tantas cosas que nunca me hiciste caso. Y lo que queda sólo es dolor.
Pero aún espero el momento en el que me estampes contra la cama y me hagas tuya, como siempre dijiste.
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