miércoles, 24 de octubre de 2012



Llueve y, el silencio se ha vuelto atroz.
Ya no quiero volver a hablar del tiempo.
Hoy no.
Pero:
Parece mentira que después de tanto hayas vuelto a mi sucia cabeza.
No.
Siempre estabas.
Me quedé con ganas de decirte todas las veces que debí gritar y no pude. 
Quizá jamás me dejaron.
Te echo de menos y, no lo sé.
Todo es gris. Como antes de.
Todo es de hielo; creo que siempre tuvo que ser así. 
La noche es larga, cielo. Y tengo miedo de querer volver a romper las ventanas. Contigo. Sin ti.

viernes, 19 de octubre de 2012

Lujuria en sus ojos
tristes, por la tormenta.
Labios rotos cada vez que grita,
le juro al caos que no volvería.

¿Dónde estabas tú
cuando la noche y el frío
se convirtieron en vacío?
¿Dónde estabas?

¿Dónde quedé yo
cuando el aire me asfixiaba
y tu mirada me cegaba,
¿Dónde?

Luces en invierno
parpadeando
y mi alma sollozando.
Entre espinas y rosas marchitas

entre bemoles y sostenidos
de alguna vieja partitura,
lejos de tu adiós.
Buscando mil formas de soñar

en las que el cielo
deje de ser gris
y tus besos
sabor a sal.

martes, 9 de octubre de 2012

Y apagaremos París a silbidos mientras ardemos en silencio por sus calles grises.
Si me dejas.

El vaho que desprendía mi boca empañaba la ventana del autobús. Ahí estabas tú, mirándome con indiferencia. Sentía como aquellos dardos que apuntaste una vez a mi corazón se acercaban hacia mí.
Pleno.
Te alejabas, me alejaba. La luz incandescente que veía en tus ojos se apagaba por momentos.
La noche me envolvía, sentí mi cuerpo disiparse en ella. La torre Eiffel y yo éramos sólo una y los sonidos tristes que provocaban aquellos violines me mecían, mientras mis ojos se perdían entre luces centelleantes.
Supe que el fin había llegado, te fuiste pero. Mejor no vuelvas.
«Un paso..» Algo se había roto.
Ciento veintitrés metros más abajo; París, recostada, mía. Y ese "algo" fuimos nosotros.
«Otro pasito.»

El dolor. El dolor que me provoca saber que ya no estás aquí, conmigo.

Ya no te veo, ni te siento. Tampoco sé si quiero.

sábado, 6 de octubre de 2012

Miraré mis manos
que ya no serán mías,
serán tuyas,
vacías de todo y llenas de nada.

lunes, 1 de octubre de 2012

Te has ido y junto a ti te has llevado mis ganas. Las ganas de volver a escribir, o las de volver a leerme. Aquí todo está como lo habías dejado antes de haberte marchado: destrozado. Tus libros ya no los toco por el simple hecho de que si lo hago me rompo. Tus maletas están junto a la puerta, por si decides volver y llevarte todo lo que has olvidado y... si lo haces, ten cuidado; los trozos de mi corazón roto están esparcidos por el suelo y puedes llegar a pisarlos.

Aunque, no te preocupes, yo ya no estoy allí. Abandoné aquella casa en un intento desesperado de desanclarme del pasado.
No me juzgues, pero necesitaba deshacerme de tu fantasma, presente en cada nota de aire que me oxigenaba. Ansiaba despegar tu sombra de mi piel y pensé en prender los recuerdos con ella dentro. Por suerte para ti, no lo hice, sino que me calcé unos tacones y salí en busca de un remedio a mi delirio. "Madrid me lo pondrá fácil", pensaba al cerrar la puerta, consciente de que jamás volvería a sostener aquel pomo que helaba mis dedos.
De aquello ya hace mucho, cielo. Y qué ingenua fui. Esta ciudad sólo me ha puesto baches, aunque todavía la amo. Así que aquí sigo, entre avenidas y aceras, entre espejismos. Deambulo por las esquinas y me entrego.
No me juzgues, vida, me dejaste con un gato y un paquete de cigarros en memoria de la excusa que ni siquiera tuviste el coraje de inventar.

No puedo decirte que estoy bien, pero tampoco puedo decirte que la tristeza es lo único que me envuelve.
¿Sabes? Quería irme. Quería irme antes de que tú dejaras aquella nota entre los huecos vacíos que dejaban mis libros viejos. Esa nota tan fría en la que sólo había un triste y amargo "Adiós". Pero no sabía como... No. No lo sabía y menos aún conseguí irme.
Ay, cielo.
Ahora lo único que intento es pagar el alquiler mientras otros hombres compran mi falso amor.
Mi piel está pálida y mis ojos siguen igual de cansados. Madrid arde y yo con ella. Las nubes forman mi caos, aquel que hiciste en un par de segundos. El humo de algún cigarro saliendo de a saber qué boca cubre mi rostro. Y yo. Con unas medias de rejilla un poco rotas.
Ay, me marchito cual rosa sin agua.
He conocido a tantos hombres y en ninguno de éstos he visto esa luz que veía en tus ojos.

Estoy esperando a que llegue la noche, aunque ni el maquillaje consiga esconder estas estúpidas ojeras y las botas altas que me regaló una de mis compañeras no me cubren del frío que yo misma parezco irradiar. 

A pesar de todo, cariño, sobrevivo sin ti. Gracias a las grietas de ciertos matrimonios insatisfechos y a la desesperanza de otros hombres, incapaces de amar, es mi vacío lo que me consume y no el hambre. Mas he de reconocer que me avergonzaría de que vieras en lo que me has convertido, que comprendieras que mi única labor en esto que llaman vida consiste en colarme, aprovechando la oscuridad, en los resquicios dolidos de las rutinas de otros que consideran que con una mera dosis de amor físico verán paliados sus problemas. Aunque reconozco que pocas veces se desengañan. O será un vicio más.
A veces me peleo con alguna que, como yo, pasea su semidesnudez por un Madrid apagado en busca de un billete sucio. He soportado los insultos más crueles, incluso he huido de la policía sin temblar sobre mis tacones. Y todo indiferente.
Pero, cada madrugada, cuando los clientes me abandonan de nuevo en la esquina donde me recogieron, una vez satisfechos sus deseos más humanos, me derrumbo y las lágrimas brotan deshaciendo mi rímmel, helándome el rostro. Desfallezco y lloro, ¿sabes?
Lloro porque no eras tú.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Si es cuestión de verdades...

¿Recuerdas?
Estoy tan enamorada de ti que no tendré el valor suficiente como para hacerlo de otra persona.

Tengo miedo de ti. De mí sin ti.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Yo lo llamaré despedida.

Acaba septiembre y con éste mi inspiración.
Tiene gracia, creí que duraría toda la vida.


viernes, 7 de septiembre de 2012

"Y yo, encerrado en esta pompa."

Si borrar recuerdos fuera igual de fácil que borrar palabras, yo apenas sabría tu nombre.

Me fui. Me fui cuando tú cruzaste aquella puerta. Ahí comenzó todo. En ese instante. Yo también la crucé, pero solamente por el simple hecho de encontrarte y poder decirte que te quedes. Conmigo.
Ya ves, me perdí. Esperando a que llegue el momento de que suene el teléfono y ese puto reloj se rompa. Aunque su "tic tac" continuo siga en mi mente.

La botella de Jack estaba más vacía que yo. Una triste colilla retorcida y las cenizas de aquel cigarro que se las había llevado el fuerte viento. No podía distinguirlas con las nubes, pero. Tus recuerdos seguían ahí. Y todo era gris. Gris ciudad.
Sigo aquí, esperando.

martes, 4 de septiembre de 2012

Septiembre.


El rastro salado de sus lágrimas se perpetuaba en sus mejillas. Sus uñas, rotas, pintadas a medias, yacían hartas de soportar los arrebatos de esa mujer a arañarse, a destrozarse físicamente como lo estaba por dentro. Nada que sus nudillos heridos desmintieran. Al menos escondía sus labios raídos tras el rojo de su carmín. No pasión, sangre.
Aún así se decidió. Camufló sus ojeras y el rímel que desfiguraba su mirada tras unas Ray-Ban, esquivando al espejo. No maquilló su pálida tez ni acicaló su despeinado pelo. Simplemente se calzó unos tacones y salió de su cárcel a pasear su tormento. Siempre quiso deshacerse por las calles de Madrid. Que sus esquinas compadecieran su vacío.
Y él todavía no está seguro de en qué momento se enamoró de su desastre. Tal vez fue sólo su escote. Tal vez cuando, al cruzarse, su olor a llanto y sábanas le embriagó los sentidos. Tal vez la mueca de sus labios que le hizo envidiar al cigarro que la serenaba. Tal vez fue el sonido de sus respiraciones rasgando el aire, de sus suspiros. Tal vez al entender que le dolían los latidos. Tal vez fueron sus andares dolidos o sus caderas de musa. Tal vez su delirio palpable. Tal vez fue que se dio cuenta de que algo, por muy bello que sea, puede romperse. O de que lo roto es sumamente bello.
Pero es que, sin saber cómo, él la vio. La miró como jamás alguien lo había hecho, y consiguió sentir en ella hasta su más remoto pensamiento hacia el ‘boom’. No sabía si alegrarse o compadecerse, porque de repente sentía la acuciante necesidad de restaurarla, de que no sufriera, de que volviera a la vida. Quería hacerla. Hacerla, por fin.
Hacerla y que pudiera decir: "Es ella". O hacerla de una vez suya, pero hacerla. Quería sentir, aunque estuviera lejos: los nudos de su  pelo seco y las grietas de sus labios rojo carmín. Tocar sus manos: suaves, aunque con cortes.
La miró donde nadie supo verla. Donde todo estaba todo en peligro de derrumbe, en ruinas.
El único que podía sentir su corazón roto y su alma herida.

Ella seguía en su mundo de sueños hechos trizas, aunque jamás soñó con nada. El tacón de aguja ya roto por haber caminado tanto y sus medias arañadas por sus propias uñas. Se propuso ir descalza por las calles de Madrid. Acariciar sus paredes, sentir el arte que había en ellas. 
-Quiero ser. -susurraba.
Apenas pudieron salir otras palabras de su boca. Volvió a agachar la cabeza e, impotente, una vez más, decidió correr. No sabía hacia dónde, ni el por qué de aquel arrebato suyo. Pero lo hizo.

El estrépito de sus sollozos ya había acabado. La Luna apenas brillaba y. Las luces que parpadeaban por aquellas calles. Algo no iba bien. Nada iba bien.
Seguía caminando como si nada hubiera pasado: con sus tacones en mano y. Erguida.
Un Porsche se le acercó. La luz le cegó los ojos pero. Sintió su vacío llenarse por primera vez.

Él, en ese momento supo que quería despojarla de todas sus prendas y que las sábanas fueran su mejor vestido esa noche. Y todas las que quedaran. Aunque, sólo pudo dedicarle una sonrisa.
-¿Dónde vas? -preguntó, aún con esa sonrisa.
-A... Nada. No sé adónde voy. Ni qué hago aquí.
-Vaya. Si quieres te llevo a casa.
-No. Gracias.
Como si nada hubiera pasado ella siguió caminando por aquellas calles, y esa sonrisa que habitaba en él se esfumó. Como si fuera magia. Se echaban de menos, los unos a los otros. Esperando aquel encuentro que cambiaría sus vidas. Esperando la felicidad que aquella chica ansiaba tanto.Caminaba seria, con el Sol reflejado en sus tobillos acompañada de música en sus cascos. Ebria de soledad y estoica ante la muerte.
Pero él seguía soñándola. Imaginaba sus caderas zarandeándose por su pasillo, sus uñas arañando la piel de su espalda, su cuerpo sobre él, su respiración en su cuello, sus gemidos sobre su colchón, su cintura llamándole, su pecho únicamente cubierto por una de sus camisetas…
Pompeya en ella y él ansiando resurgirla de sus cenizas. La voz cansada de Sabina entonaba el “Pongamos que hablo de Madrid”, cuyas notas le invadían mientras se desvestía, pensándola. Esos acordes le cantaban a un Madrid que él ya sólo reconocía en los ojos de esa muchacha.
Cuando sonó el timbre.
-“VEN A JODERTE CONMIGO.”
Y se besaron. Ni ella sonrío por fin ni él fue feliz para siempre. Simplemente se besaron, pero.
La hizo. Aquella noche la hizo.


miércoles, 29 de agosto de 2012





Serán los escalofríos que siento cuando pasas por mi lado y, me miras con esos ojos tuyos color café.
Será que ya estoy acostumbrada a esperarte siempre que llegas tarde.
Será que mis suspiros empiezan en mi alma desgarrada por culpa del día que hubo más viento que nunca y acaban en no sé dónde.
Será que siempre busco el Sol cuando las nubes de la tormenta cubren el cielo entero.
Será.                                     

Mis pupilas apenas se atrevieron a volver a buscarte y, mis ojos rojos ya no derrochan esas lágrimas que tanto amé y a la vez tanto odié. 
Pero vuelvo a estar rota y, no de la forma que más lo deseaba: en tus brazos.
Los dedos de mis manos apenas han vuelto a bailar en los cristales empañados cuando las gotas de lluvia se deslizaban en ellos. Y el olor a tierra mojada que me hacía sentir viva ahora me hace sentir aún más muerta.
Que me salves. Aunque apenas sienta ya el color rosado de tus labios. Que me encuentres. Aunque luego me pierda, otra vez. Que duele. Ahí, en el pecho, al respirar.

martes, 28 de agosto de 2012

No sabes lo que es sujetar el café con la mano derecha y comenzar a temblar. Y, con la otra, un cigarro que apenas echa humo.
Las maletas ya estaban hechas antes de que te conociera, y mis ventanas sólo las había roto el fuerte viento.
Siento que. Que te echo de menos, o que echo de menos hablar de ti. Pero así ya son todas las mañanas. Mi mente se inunda de recuerdos tuyos y de lo que no son recuerdos.
Y la foto de tus ojos oscuros; infinitos, que jamás llegué a quemar.
Te dije que no quería promesas por el simple hecho de no causar más daño del que ya hay. No me hiciste caso. Te dije que temía caer en el olvido, tú volviste a decirme que jamás sería así. Te dije que no quería que inventaras nuestra historia, que con el paso del tiempo, se iría formando poco a poco.
¿Ves? Te advertí de tantas cosas que nunca me hiciste caso. Y lo que queda sólo es dolor

Pero aún espero el momento en el que me estampes contra la cama y me hagas tuya, como siempre dijiste.

jueves, 23 de agosto de 2012


Siempre fue un hombre fiel y noble a sí mismo.

Con 80 años y aún no se había enamorado, que irónico. Me miró y vi aquella sonrisa tan... Tan. Se le veía despreocupado. Distante; como a mí me gusta. Bah. Que suerte. 
Y me dijo aquellas palabras que cambiaron toda una vida, es decir, la mía:
-Hola, pequeña.
Y sólo se habían escuchado las risas de las personas de fondo, siempre tan felices... Me hubiera gustado haberle respondido con mi voz tímida como seguramente hubiera hecho, pero hasta mi mente se quedó en blanco. Sólo me resigné a bajar de aquel autobús lleno de gente mientras el señor con la mirada extraña seguía sonriendo.
"Qué raro", pensé. "Jamás había visto a alguien así."
Y así, como si nada, estuve todo un día y toda una noche pensando en él. Sabía que quería algo, pero, ¿el qué? Sólo quería volver a ver a aquel anciano de la mirada extraña.
   Y así fue. Volví a coincidir en ese mismo autobús con él. Y todas las mañanas fueron así. Me contaba historias suyas, aventuras que alguna vez llegó a tener. Hasta que supe que jamás se había enamorado. A sus 80 años de edad y todavía no se había enamorado. Seguía diciendo que era un hombre con suerte.
-¿En serio nunca te has enamorado? le pregunté, ansiosa por saber la respuesta.
-Ay... pequeña. Una persona no tiene por qué enamorarse de otra persona. 
-Es mágico, no sé... Y raro. -No se me había ocurrido otra cosa que decirle.-
-Tarde o temprano, el amor siempre llega, ¿no?
-Sí...
-Entonces, ¿te has enamorado?
   El autobús justamente se había parado cerca de su barrio. Allí siempre bajaba él.
-Mierda... con tanta charla se me ha olvidado bajar en mi parada. Dije, un tanto sigilosa.
-Eh, ¿vienes?
   Apenas tenía miedo. Confiaba en él, al igual que él confiaba en mí. Y le seguí hasta su casa. 
Era elegante... como él. Una casa al estilo colonial, muy sencilla; como a mí me gusta.
Vi un piano en aquel salón tan grande, color negro, brillaba tanto que... que era increíble. Nunca había visto a un negro brillar de tal forma. Y más siendo negro.
Era un piano moderno. De esos que tienen 85 notas.
-¿Tocas?
-Tocaba. Hace tiempo que dejé de hacerlo.
-¿Por qué? pregunté, confusa.
-Promesas, pequeña.
-Siento si insisto tanto, pero, ¿qué promesas? ¿podría saberlo?
-Ja ja. No pasa nada. Yo también era así a tu edad.
-Esbocé una pequeña sonrisa.-
-Sí. Claro que puedes saberlo. Y bien, allá vamos:
Fue a principios del año 1937, por entonces, yo ya tenía 5 años. Y sí, ya tocaba el piano. 
Siempre dijeron que aspiraba mucho en la vida, aunque, a mí,  me daba igual lo que dijeran. Sólo quería tocar, tocar y tocar... Era lo único que me hacía feliz, lo único que hacía que me relajara.
-Entonces... sí que te has enamorado. Y de la música.
-Veo que me vas entendiendo.
-Eso es precioso. Pero... ¿Qué pasó? ¿Por qué dejaste de tocar?
-Pasaron muchos años, yo ya tenía 35, año 1970. Yo seguía con mi música. Mi familia era de dinero, jamás tuvieron problemas. Pero mi madre... a mi madre se le había detectado una enfermedad para la que todavía no tenían cura. Y aquí viene la promesa: le prometí a Dios que dejaría lo que más amaba con tal de que salvara a mi madre. Y así fue. Había ocurrido un milagro. Pero hasta entonces... no he vuelto a tocar.
-Por una promesa.
-Así es...
-No es justo. 
-Puede.
-¿Por qué no vuelves a tocar? Siempre he pensado que la música podía curar mil penas. Que la música era un milagro. Y, por una promesa... dejar de hacer lo que más quieres... No es justo.
Él, como siempre, seguía sonriendo. Yo no lo entendía. No conseguía entenderlo. Sólo sentí rabia. 



   Pero mi rabia no afectó a su sonrisa. Era una mueca dulce que parecía querer decirme que todo tenía una explicación, pero que las palabras no eran suficientes para describir el torrente de sensaciones que le asediaban. Me quedé anonadada observando su gesto mientras la ira se apoderaba de mí. Y, sin quererlo, me descontrolé.
-Toca, joder. ¡Toca! -grité, subiendo excesivamente el tono-. Borra esa estúpida sonrisa autocompasiva de tu rostro y devuélvete la vida.
Esas últimas palabras las escupí cruelmente. No sé por qué lo hice, yo... Quise disculparme, pero su gesto afable no pareció inmutarse.  
Él, tranquilo, separó dulcemente el asiento que se refugiaba bajo el piano. Se acomodó sobre él. La calma resurgía en mí poco a poco mientras él levantaba la tapa que cubría esas teclas que tanto brillaban de repente. Le estaban dando la bienvenida, ellas también le habían echado de menos. 
Pero él no las rozó, no todavía. Observó la blancura de esas melodías secuestradas y la negrura de sus bemoles y sostenidos. Su mano pasó por encima de esas maravillosas teclas, dudando si eran dignas de acariciarlas, pero finalmente no lo hizo. 
Decidí alzar los ojos hacia su rostro. Percibí que su tez había palidecido.Su mirada se había perdido, estaba vacía. Pero su sonrisa. Su sonrisa ahí seguía, indemne. 
Aunque en aquel rostro abatido ese gesto se le antojó triste. Le rasgó.  

   Algo se había roto en él y. Tal vez ya no tuviera arreglo. 

   Se me empañaron los ojos, aunque intenté mantaner las lágrimas dentro de mis cuencas. 
Y mientras tragaba forzadamente saliva en un intento desesperado por deshacer el nudo que se había formado en mi garganta mis oídos percibieron unas notas. Una melodía la inundaba, era "Primavera", de Vivaldi.



   Sus  manos arrugadas volaban sobre el teclado. Mantenía la cabeza inclinada, atrapado por las notas tan intensas, tan conmovedoras. Tenía los ojos cerrados y era como si el piano y él fuesen sólo uno. Y sin querer, una lágrima le resbaló por el rostro: do,  mi mi mi re do, sol sol fa, mi mi mi re do, sol sol fa, mi fa sol fa mi, re si do, mi mi mi re do, sol sol fa...
-Increíble... -susurré-
Inesperadamente, había parado. El silencio se apoderó de la sala hasta que él lo rompió con un suspiro. En ese momento lo entendí todo: entendí que el verdadero amor de aquel señor era la música.
Empezó a tocar otra pieza; esta vez, suya.
Cerré los ojos y sentí. Euforia, quizá. Pero sentí.




Con la colaboración de: www.VivirEnSubjuntivo.blogspot.com.es
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martes, 21 de agosto de 2012

Vuelven los pero's.

Apenas se había notado.  Viniste para irte, como todos hacen.


Pero hoy, es extraño. Soy feliz. Extrañamente feliz. Me siento yo. YO, joder. Por fin puedo ver realmente lo que fui, lo que me has convertido y lo que soy en este instante. Pero sé, que con mis propios logros, hoy, por fin, puedo decir que soy yo. Y me echaba tanto de menos que me eché de más. Pero hoy, soy mía otra vez. 
Podría llorar de éxtasis. Porque ya no dependo de otra persona que no sea yo. Quizá sea porque apenas tengo ganas de volver a escribirte. O quizá porque ya no me inspiras. Pero, mírame. He vuelto a sonreír y no es por ti, es por mí.                      
Pero lo sé, tarde o temprano volverá la tormenta
O, no.

Hoy, sólo tengo un miedo; y es el futuro, mi propio futuro.

viernes, 17 de agosto de 2012

Era el insomnio el que había entrado por la puerta de su habitación sin antes haber llamado. 


Por primera vez no sintió el corazón roto, sino congelado. Era el frío de aquel estúpido verano con un sabor agridulce a invierno. Era el frío el que había entrado por los poros de su piel y consiguió helar todo lo que había bajo su paso. O el aire que sólo conseguía ahogarla aún más.
El crepúsculo a lo lejos y ella seguía temblando. Esperaba aquel "Hasta que..."  que siempre lo cambiaba todo, pero jamás llegó. Buscó unos brazos que echaran al frío de su interior. Jamás los encontró.
-¿Es que también tendré que odiar al frío por hacerme esto? dijo, con la voz quebradiza.
Escuchaba a los pájaros cantar y a algún que otro perro suelto ladrar. Se escuchaba el mar a lo lejos y, lo adoraba. Adoraba la marea y la brisa que provocaba.
-Me estoy muriendo y es por dentro, ¿no lo veis? Dejadme ya.


El cielo ya estaba gris, el frío que habitaba bajo su piel seguía ahí.
-¿Ahora tendré que ser fría?
Sí, pequeña. Todo por esos brazos que buscaste una vez y jamás aparecieron. Pero siempre puede aparecer un "O sí" que lo puede cambiar todo.

Sólo podía agachar la cabeza para que las personas que estaban a su alrededor no la miraran, para que no vieran esas lágrimas que habían recorrido todo su rostro.
Y miraba a la ventana, por una vez. Bah. Todo seguía igual. Mismas calles, misma mierda. 
Puede que estaba harta de esta sociedad o... cansada de su rutina, o quién sabe. Pero sólo lloraba. Quizá eran las miradas tristes en las personas, aunque nunca se fijó en la suya y. Y los "te quiero" que no vienen a cuento. 
Bajó de ese autobús lleno de ancianos felices, puede. Pero los veía así. Había bajado a toda velocidad, caminó lo más rápido posible, ya que correr no podía. Sí que quería huir, claro que sí. Pero pensaba que no era ese el momento.



Empezó la tormenta. Llovía con mucha fuerza y los truenos brillaban con tanta intensidad que. Que se sintió viva estando muerta. Pero sus heridas abiertas aún llenaban de sangre su cuerpo.

martes, 14 de agosto de 2012

A veces me resumo en "a veces".

A veces deseo que alguien me encuentreAunque otras deseo perderme aún más
A veces busco algo que me inspire y que no sea la tristeza.
A veces me resumo en "ojalá's".
A veces quiero dibujar olores.
A veces, y sé que no debería, me duele que no te duela.
A veces quise gritar y parar de llorar.
A veces quema, y a la vez escuece.
A veces quise.
A veces te quise siempre.
A veces quise un "lo siento".
A veces morí otra vez.
A veces preferí desaparecer.
A veces lo doy todo por perdido.
A veces volé, pero.
A veces me resumo en "pero's"




Su cuaderno seguía en blanco, lleno de "a veces" que no se veían, pero los sentía. 
Escritos con permanente por cada poro de su piel. Los sentía aún más. Se veía en ellos. Siempre quiso ser algo más que dos simples palabras.

lunes, 13 de agosto de 2012

Es increíble lo rápido que puede convertirse el amor en odio o, la tristeza en furia. Pero como dicen: "Del amor al odio sólo hay un paso." Y yo lo he cruzado, aunque jamás llegué a preguntarme que podría haber detrás del odio. Y hoy puedo por fin preguntarlo: ¿Qué pasa si sigues cruzando?


Me arriesgué a seguir el camino que venía después del odio y, huele a infierno. Huele a quemado, chamuscado. Papeles que estaban en blanco y arrugados ahora son negros y, aún más arrugados. No quiero saber qué será de mí, tampoco quiero saber que pasará con nosotros; si es que hubo un nosotros. Sólo sé que en mi interior hay más odio del que antes había y, esa parte de amor que me quedaba se quemó junto a los papeles en blanco. 



La pregunta es: ¿Te odio?
Y por fin tengo una respuesta para algo: Sí, te odio. Te odio con todas las fuerzas del mundo. Y lo siento

domingo, 12 de agosto de 2012

La noche. Oler el mar, sentir su brisa y el sonido de las olas cuando por fin rompen.
Siempre quiso sentirse libre y huir de todo lo que le rodeaba. Sola. Y mirar. Mirar a la gente pasar, uno por uno; tan felices. Nunca los entendió, tampoco quiso hacerlo, "¿Para qué?" pensaba. "Al fin y al cabo somos todos iguales, ¿no? Sólo que no igual de felices." Lo decía apenas sin voz. Y se escondía tras el humo de su cigarro, ese que tanto le gustaba mientras por su mejilla caía una lágrima. Respiró tan fuerte que parecía que se iba a ahogar, o eso creía. "Bah. Mira esa. Su sonrisa. Seguro que está enamorada, pobrecita." decía, mientras otra lágrima caía seguidas de otras muchas más.

Y de repente:

-¿Qué quieres?

-...

-Vete.

-...

-Que te vayas. Joder. -gritaba-

Miró hacia su lado izquierdo y se dio cuenta de que no había nada más que un triste paisaje. Se dio cuenta de que él no estaba y de dio cuenta de que nunca estuvo. Se dio cuenta del silencio que habitaba en aquel lugar tan frío. Se dio cuenta de muchas cosas más, pero sobre todo se dio cuenta de que estaba sola y que siempre lo estuvo.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Porque ya no tengo nada mejor que decir "Feliz ocho astromántico". Porque un día ocho comenzó todo. Y hoy he vuelto a estar sola. 

Quizá ya lo tenga más que asumido; que te perdí, que te fuiste para no volver.



Volviste dándome una vez más falsas esperanzas cuando apenas pensaba en ti. Y otra vez comenzó todo, aunque ahora no hablo de "nosotros", sino del dolor, que empezó el dolor, mi dolor. Empezaron las noches de insomnio, los llantos bajo sábanas. Empecé a perderme, y me perdí yo también, tampoco sé si me llegue a tener alguna vez. Empezaron los gritos a la nada: "Respira, joder. No merece la pena", los "Que me asfixio. Que te vayas por donde has venido". Los susurros de "sálvame".





Salía de los bares todavía sin respuesta para esos "por qué". Bebiendo pa' olvidar pero para matarme aún más. Quién sabe si llegué a estar viva.
Sonriendo tras recordar momentos a tu lado. Riendo de mi maldita infelicidad que se esfumó al llegar tú y tal como se fue volvió otra vez cuando tú ya no estabas.
Puede que nuestro fin ya haya llegado, pero lo sabes: para mí jamás podrá acabar.      

lunes, 6 de agosto de 2012

Lo intenté. Intenté deshacerme de todos esos recuerdos tuyos, da igual si eran buenos o malos, pero lo intenté. ¿Sabes qué fue lo único que conseguí? todo lo contrario; deshacerme de mí, destruirme.
Me lo dijeron y no hice caso y... Y no fui tan valiente como creí ser.

Intenté volver a ser la misma contigo, no sé si lo llegué a conseguir. Y tú, seguías haciéndome feliz. Como siempre (como siempre... Creí que sonaba bien hasta que tú rompiste ese "siempre") Tú, el único que alegraba mis noches, el único que hacía que me encantaran.


Y no lo sabías, nunca lo supiste, pero hace tiempo que pasó un huracán, o eso creí que pasó en mi interior. Había destrozado todo lo que encontraba a su paso, era el caos; mi propio desorden, sentimientos que no tuve que sentir y sentía, lágrimas que caían y no debían. Pero tú, seguías en su sitio y, no en la mitad de mi corazón, sino que ocupabas todo el espacio o incluso más. Como siempre hiciste(volvemos al "siempre".) Y joder, nunca lo supiste, pero tampoco te habías dado cuenta, ni me entendiste.




Yo también volveré a enamorarme; como todos hacen. Pero nunca... nunca volveré a sentir lo mismo.

sábado, 4 de agosto de 2012

02:54 am. Insomnio. Inspiración, ven a mí.


GRITAR y que esos gritos se conviertan en eco.
Puedo preguntar: "¿qué nos pasó?" Éramos felices. Yo al menos sí. Y vuelvo a ese sentimiento de culpa que me lleva acompañando meses, junto a la soledad, mi soledad. Ese sentimiento de culpa que me hizo someterme a lo peor. Porque digas lo que digas seguirá siendo mi culpa y no se le puede hacer nada;
-Fue mi culpa.
Lo dices en formato susurro y una lágrima se te escapa de entre los ojos. "Mi culpa". 
Y yo tan enganchada a ti...

viernes, 3 de agosto de 2012

¿Dónde quedaron los abrazos cuando más los necesitaba? ¿Y los besos?
¿Dónde quedó ese "para siempre" que me ofreciste y estuve tan convencida de que podría ser así?
¿Dónde quede yo?


Aún malgasto tus mejores lineas. Sí, tus lineas. Al fin y al cabo todo te lo llevaste tú y no sé qué queda, no sé qué nos queda. Puede que ceniza, ceniza que con un soplo de viento se puede perder, como tú y yo. Como yo
Y lágrima tras lágrima cae en busca de "por qué's" esperando respuestas que jamás llegarán.  Lágrimas que se quiebran al caer al suelo y quién sabe qué será de sus pedacitos; al igual pasa con mi corazón, pero éste tiene arreglo, aunque siempre caiga y rompa en más pedazos de los que lo forman. Lágrimas que tienen fin en mis labios o, en las clavículas, o... que no tienen fin. Rimmel como ojeras y suspiros que son casi sollozos. 

Ya no puedo decirte que todo va bien o, que yo estoy bien.